El fuego, la llama, la magia se apaga con el agua, que purifica, sí, pero que también enmudece. No hay un río igual a otro, ni mirada que pueda reflejar tanta agua. Me quedaré aquí sentada contemplándolo, a él y a su magnificencia; esperaré a que suba y nos inunde, arrase con todo e ilumine de vacío la ciudad de los fueguitos.