Las palabras llegan, igual que las ideas; las imágenes planeando, sobrevolando el horizonte mental. Miles de sílabas apelotonadas queriendo salir de este hemisferio ártico a través de estos torpes miembros digitales. Y la emoción, el titilar, de sentarnos todos –los miembros torpes y yo- ante la página en blanco e idear una estructura, de configurar una imagen de letras sobre el papel, de sacar lo de adentro pa’fuera y quedarnos vacíos y sin rumbo, pero menos pesados y más ágiles para iniciar vuelo.
Toda la información te conmueve, todo es digno de ser escrito, de no ser baladí, ni siquiera una risa irrisoria que te haga mover las comisuras. Todo se mueve a tu alrededor y existe un punto de vista que nadie ha visto –o al menos eso crees tú-. Te conmueves. Te conmueven todos esos datos llegando hacia ti, como ejércitos del aire que van aterrizando en tu cumbre, donde organizan una reunión para valorar quien tiene cabida y quién no. Al final todos entran, sin filtro alguno.
domingo, 30 de octubre de 2011
miércoles, 19 de octubre de 2011
De moratones y rutinas
Todo empezó una mañana estival. Me desperté rara, sin fluidez mental, extraña a mi cuerpo, como siempre. Fui a la cocina y puse a calentar el agua para el té, intervalo de tiempo que aprovecho para ir al baño y hacer el primer pis del día. Me miro en el espejo, no me reconozco; me recojo el pelo en una coleta irregular: sigo sin reconocerme, pero me doy cuenta de que una teta luce fuera de la camiseta de tirantes roñosa reconvertida en pijama espontáneo. Me sigo observando atentamente y decido postergar el lavado de cara para después del desayuno. Creo que me gusta esta sensación de no sentirme reconocida.
Rojo, hoy té rojo. ¿Tostadas? Demasiada pereza. ¿Pero no había decidido empezar una vida más sana? Venga, vale. Pan con aceite, tomate y jamón. Enciendo la tele: opinadores que desopinan, circos en las cloacas. Cheers nunca dejará de ser la mejor opción, pero la versión americana, obvio. En un descuido de la inconsciencia, reparo en mi pantaloncito de Mafalda, tan alegre y tierno como quisiera ser yo. Y siguiendo por la zona, me detengo en las imperfecciones cutáneas de los muslos. Lo de siempre, aunque ahora lo nuevo son dos moratones salvajes. ¿Qué hice anoche?
Rojo, hoy té rojo. ¿Tostadas? Demasiada pereza. ¿Pero no había decidido empezar una vida más sana? Venga, vale. Pan con aceite, tomate y jamón. Enciendo la tele: opinadores que desopinan, circos en las cloacas. Cheers nunca dejará de ser la mejor opción, pero la versión americana, obvio. En un descuido de la inconsciencia, reparo en mi pantaloncito de Mafalda, tan alegre y tierno como quisiera ser yo. Y siguiendo por la zona, me detengo en las imperfecciones cutáneas de los muslos. Lo de siempre, aunque ahora lo nuevo son dos moratones salvajes. ¿Qué hice anoche?
viernes, 7 de octubre de 2011
Estrella distante
¿Qué estrella cae sin que nadie la vea?
William Faulkner
Ahora, cada vez que miro el cielo y un avión –o avioneta- sobrevuela la inmensidad, me acuerdo de Carlos Wieder y me quedo esperando un verso que inunde el clarito cielo azul, una línea de humo que me haga imaginar poesía en el aire. "La muerte es amor".
Continúo paciente soñando por un rastro de ritmos y puntos de luz que abran el túnel, para luego cerrarlo y humillarnos a la más luminosa obscuridad. Una visión fractal esponjosa como nube de colores pasteles. "La muerte es crecimiento".
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