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Castillo Real de Varsovia |
Comenzaron a caer los primeros copos de nieve. Yo los veía balancearse sinuosos entre el cálido cielo varsoviano. Agarramos nuestros abrigos, bajamos a la calle y, de manera autómata, comenzamos a bailar una suerte de vals. A la mañana siguiente, con la luz del sol, vi la situación mejor y no me gustaba: el blanco se había mezclado con el hollín de los coches.
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