Brooklyn puede ser tu sonrisa
iluminando la ciudad,
o simplemente un puente
[que une mi mundo al tuyo].
Un penique no puede comprar tu reino
ni cuatro maravedíes adivinar tu pensamiento
pero te puedo hacer cómplice del silencio
[sobrevolando el más bello paisaje].
Tu voz abre caminos a través del recuerdo:
bicicletas con patines, trenes europeos.
Y yo escucharé atenta
[reflejada en tu mirada].
Te voy a esperar en todas las zonas del No:
echar de menos, deseos y demás relamaciones;
y no podré evitar –ni evitaré- tu presencia en mí
[mientras juego con una caja de cartón].
iluminando la ciudad,
o simplemente un puente
[que une mi mundo al tuyo].
Un penique no puede comprar tu reino
ni cuatro maravedíes adivinar tu pensamiento
pero te puedo hacer cómplice del silencio
[sobrevolando el más bello paisaje].
Tu voz abre caminos a través del recuerdo:
bicicletas con patines, trenes europeos.
Y yo escucharé atenta
[reflejada en tu mirada].
Te voy a esperar en todas las zonas del No:
echar de menos, deseos y demás relamaciones;
y no podré evitar –ni evitaré- tu presencia en mí
[mientras juego con una caja de cartón].
Tu caja de cartón es una maravillosa casa endeble que el lobo del cuento desmoronará de un solo soplido, y nos dejará a la intemperie. Pero a mí me la trae al pairo porque lo que de verdad me gusta es la arquitectura efímera: castillos de arena, torres de cartas de baraja, la maqueta del puente de Brooklyn hecha con fósforos. La fragilidad en equilibrio.
ResponderEliminarNo parece mal lugar un castillo de arena con su torre de naipes y su puente de fósforos mal enclave para vivir, al menos una temporada, hasta que la ola del mar lo derribe y haya que iniciar la búsqueda de otra arquitectura efímera.
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