A la edad de 10 años bebí lejía. Nada dramático, solo una tacita de algún mejunje con sabor a limón, y a echar todo pa’fuera. Fue una sensación desagradable, lo confieso, ahora que estamos contándonos confidencias.
A día de hoy, uno de enero del año presente, con bastantes años más y menos lucidez apreciativa, empiezo a pensar que necesitaría otra tacita de ese codiciado mejunje. Mejor una garrafa que me hiciera palidecer durante horas, postrada en el sofá, mirando el techo y con Nina Simone en el tocadiscos.
A día de hoy, uno de enero del año presente, con bastantes años más y menos lucidez apreciativa, empiezo a pensar que necesitaría otra tacita de ese codiciado mejunje. Mejor una garrafa que me hiciera palidecer durante horas, postrada en el sofá, mirando el techo y con Nina Simone en el tocadiscos.
Algo que me permitiese echar pa’fuera lo que me entristece: recuerdos, olores, imágenes del futuro (lo que pudo ser y no fue). Y ya de paso, quitarme de encima esta falsa idea de perfeccionismo y responsabilidad, este preocuparme por el mañana y el de después.
Brindaré con cada trago, y con cada uno sonreiré más mientras vomito todo la frustración acumulada, el odio y la desidia. Brindemos, amigos, por los mejunjes inclasificables, de ellos seré fiel consumidora.
Comienzo el año vacía, con mis pecados expiados. Proclamo que me volveré a llenar sin filtros, como siempre, pero con mesura haciendo caso a mis bellos instintos, tan ignorados por mí.
Purguémonos, queridos todos, solo nos queda la purgación.
mmm ya lo dice OROZCO-BARRIENTOS.....
ResponderEliminarSi navegar/naufragar es preciso,
es mejor que sea con vino
¿y con lejía?
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