Este vaivén que nos mantiene vivos, siempre alerta, buscando la posibilidad de algo mejor y abandonando lo cierto. La corriente en el río empuja a los confines conocidos y podemos bucear con nuestras gafas opacas; no hay problema en dar una brazada y deslumbrarnos momentáneamente por el fulgor de los coloridos corales. ¡Ay, siempre el fulgor engañoso!
¿Y qué hacer cuando el final no es el mar embravecido que te prometieron, sino un estanque en reboso de agua estancada? Anteriores tormentas solo vislumbran caminos que la inercia nos hace transitar: ningún mal en calma hizo experto marinero.
Queremos el éxito, pero qué carajo significa el éxito: para cada uno su éxito particular, para mí, la felicidad –que no es final, sino camino empedrado-.
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Para al final morder el anzuelo y caer en la trampa.
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