Caía sol como miel, empalagando todo el pueblo con su meliflua indigestión. Todos, somnolientos, alrededor de la mesa, viendo la última telenovela. Tía Julia se levantó de repente y salió por la puerta. Nadie supo adónde iba. Solo después lo supimos.
Metió en un saco la camada de gatitos que había nacido aquella mañana. Lo cerró bien con una cuerda para que ninguno escapara. Los gatitos no paraban de maullar, de aruñar el saco en su intento por liberarse de un final próximo. Agarró el saco con fuerza y comenzó a zarandearlo. Y tras el zarandeo vinieron los golpes contra una de las paredes del garaje. Maullidos. Silencio.
Sentí el mal próximo. Con el tiempo y la conciencia descubrí que se trataba de esquizofrenia. Sigo sintiendo el mal próximo.
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