domingo, 1 de enero de 2012

Contraseñas

Mi vida, últimamente –y ya hace algún tiempo-, es un continuo devenir de contraseñas: móvil, ordenador, correo electrónico, cuenta bancaria, microondas (¿)… Si alguien averiguase mi fecha de nacimiento, se sonrojaría de las cosas que encontraría en mi bandeja de entrada de gmail o tiraría mi móvil en el primer vertedero que encontrase tras ver las últimas fotos "artísticas".

Sin oficio ni beneficio, salgo a la calle. Enciendo el coche con la clave secreta, es decir, calentarlo durante 15 minutos y cerciorarme de que llevo bien la raya en el ojo. Luego ya sólo se trata de lanzarlo cuesta abajo. A veces esto no funciona y hay que probar con llenar el depósito de combustible, que son las que más. Luego están las contraseñas de circulación, que si dos vueltas a la rotonda, que si “la puta de tu madre” y un largo etcétera de guiños a las más variopintas expresiones populares.