domingo, 4 de noviembre de 2012

El aleteo de una mariposa

Enfermé cuando dejé de soñar, cuando los sueños se convirtieron en gaviotas de una playa de invierno. Enfermé cuando dejé de creerme invencible, cuando las boberías de adolescente quedaron atrás. Cuando el aire empezó a escasear, la opresión en el pecho me impidió hablar y fue entonces cuando comencé a balbucear ideas ininteligibles.

Lloré cuando las promesas se incumplieron, cuando me prometiste un futuro y ahora soy yo el futuro en (de/re)construcción. Lloré cuando mi entorno dejó de ser inmortal y ya saltar al precipicio con mi capa mágica se tornó estúpido y pueril, pueril y/o estúpido.

Grité y clavé la lanza en señal de guerra; marqué mi territorio y pinté rayas en zigzag por todo mi cuerpo, rayas del color de la tierra: rojizas, marrones, verdes.

Noté el suave aleteo del ala de una mariposa en mi brazo: no sentí nada.
Noté el suave aleteo del ala de una mariposa en mi pierna: no sentí nada.
El ala de una mariposa aleteó a la par que mi mirada: llené mis pulmones.
El vuelo de la mariposa tan suave, tan lento, tan elegante. Segura la mariposa va subiendo desde el fondo del pozo.

"Every one of us is losing something precious to us. Lost opportunities, lost possibilities, feelings we can never get back again. That’s what part of it means to be alive. But inside our heads — at least that’s where I imagine it — there’s a little room where we store those memories. A room like the stacks in this library. And to understand the workings of our own heart we have to keep on making new reference cards. We have to dust things off every once in a while, let fresh air in, change the water in the flower vases. In other words, you’ll live for ever in your own private library."
Haruki Murakami, Kafka on the Shore

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