domingo, 12 de mayo de 2013

54 muertos cerebrales…

…vagan por la ciudad, sin concierto ni propósito, como almas que palidecen, inconscientes de lo interno, pendientes de lo externo, buscando la paja en el ojo ajeno.

54 muertos cerebrales – o puede que solo una- se han escapado de un lupanar donde un dios casquivano se encarga de repartir medicamentos psicotrópicos para activar las neuronas de su distinguida clientela. Y en ese mismo antro de buena muerte trabaja Shirley Valentine, no enseñando sus atributos –que los tiene- ni dándose al mejor postor –que no lo tiene- , sino de señora de la limpieza que todo lo ve, todo lo escucha y todo lo cuenta. Lo que ella desconoce es que pronto estará tomando cócteles de mil colores en una playa griega junto a un pescador griego que le hará ver cielos griegos.

El dios administrador de ese lupanar, además de dios omnipresente casquivano, también es japonés: una cosa no desmerece la otra, pero son dos cosas diferentes. Este genio de las finanzas obliga a sus chicas a tomar sopa de miso antes de cada encuentro laboral, porque “asienta las madres y con las madres asentadas se trabaja mejor”, afirma categórico.

Y entre sushis y makis, el dios japonés sigue buscando a la muerta cerebral fugada, no porque le reporte beneficios económicos sino porque tiene su código de las bicis municipales que tantos sudores le costó conseguir. La fugada bien conoce el dato, así pues, puesta de todo pero dejándolo, ha pedaleado por la Avenida Marítima hasta llegar al muelle donde ha conseguido colarse en un carguero rumbo a Dublín. En el barco ha hecho amigos y ha conseguido alguna ración de stew.

Mientras, en tierra, del lupanar siguen escapándose muertos cerebrales: algunos se hacen de las fuerzas armadas aéreas, por aquello de pilotar aviones ruidosos; otros, los que más, se apuntan a yoga, porque han descubierto que en estos lugares está bien visto rugir como leones y caminar de espalda, cual niña del exorcista.

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