lunes, 17 de junio de 2013

Frágil planeador

Una curva en la carretera puede convertirse, sin propósito alguno, en el impulso preciso para aprender a volar; y la luna delantera, en el cristal convexo que separa sueño de realidad.

Con mis grandes gafas de aviador, sobrevuelo en espiral el contorno de este paraje cálido teñido de colores pastel. Un solitario piloto de juguetes, que aferrado a su frágil planeador, va diseminando la otra cara del poliedro que un velo rutinario ha cubierto con gran esmero.

Entre nubes, oteo el horizonte y observo cómo los remolinos traviesos asechan sigilosos. Traspaso valles, esquivo montañas, y a lo lejos el mar. Inmersión.

Caballitos azules 
nos sonríen. 
Estrella luminosa
 nos guía. 
Tortuga bailona 
nos guiña. 

Vuelvo a la superficie y un punto de claridad me abre la mente en perspectiva oblicua. Un grupo de gaviotas me acompañan a través del cielo aguamarina gelatinoso. Ellas siguen su ruta y yo, joven planeador, me poso en un enorme campo de margaritas. La brisa distrae mis cabellos. Huele a atardecer soleado. La luz cansada se desmaya entre los arrumacos del valle. Es tiempo de volver a casa.



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